Suenan las once en tu reloj y ya son dos horas que no paras de gritar.
No has dejado de hacer gestos raros.
Tal vez debería decir algo. O dejarte de mirar.
Perdón si sonrió, pero estas preciosa.
Así de mal humor y despeinada.
Y entonces lo digo.
Te quiero... y no sé por qué no dejo de sonreír.
Te propongo algo.
Vamos a aprender a flotar cuando haga falta y a sumergirnos cuando avistemos al enemigo.
A ese cabrón del orgullo.
Ahogarnos cuando no quede agua que nos haga flotar en nuestros sueños.
Y a nadar cuando veamos tierra.
La culpa la tiene Sabina.
Porque lo que yo quiero, es que mueras por mi también.
No has dejado de hacer gestos raros.
Tal vez debería decir algo. O dejarte de mirar.
Perdón si sonrió, pero estas preciosa.
Así de mal humor y despeinada.
Y entonces lo digo.
Te quiero... y no sé por qué no dejo de sonreír.
Te propongo algo.
Vamos a aprender a flotar cuando haga falta y a sumergirnos cuando avistemos al enemigo.
A ese cabrón del orgullo.
Ahogarnos cuando no quede agua que nos haga flotar en nuestros sueños.
Y a nadar cuando veamos tierra.
La culpa la tiene Sabina.
Porque lo que yo quiero, es que mueras por mi también.
Mario Carrion y Paula Cosau
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Te gusta lo que lees? Me gustaría saber las opiniones de todos aquellos que lleguen hasta aquí, y lean mis líneas.
Muchas gracias por tu opinión