domingo, 19 de octubre de 2014

Las musas son inmortales aunque también se van a por tabaco.

Un día me dijo "no vengas, no tengo arreglo". Es entonces cuando decidí quedarme. Me gusta que las cosas que hago merezcan la alegría. Y tendríais que ver como sonríe cuando se le pasan los enfados.

Por eso decidí no cerrar la puerta a las ganas y así intentar arreglarnos todos los portazos que nos había dado la vida.
Me quite el calzado y empecé a caminar a su lado (o en dirección al desastre) y sentí que nuestros sueños estaban en el suelo. Alguien un día nos los tiro y ahora se nos cortan las manos cuando intentamos cumplirlos.

Ella le sacará la parte positiva y dirá qué si unes dos heridas cicatrizan antes, y yo, yo diré que deje de mirarme así, que me está haciendo realidad.
Y es que me mira, se choca algo y no se rompe, sino que encaja. Pues cuando me abraza igual. Y menos mal.

A ella le gustan las sombras, pues dice que lo mejor para sobrevivir es pasar inadvertida.
A mí me gusta ella, pues lo mejor para ser inmortal como dice Sabina es tener esos amores que matan ya que nunca mueren.

Por eso entendí que los sitios más bonitos son aquellos a los que volverías millones de veces. En ocasiones son personas.

Y ella es mi mejor viaje.

domingo, 12 de octubre de 2014

Desde entonces no creo en el cielo.

Cómo explicaros que hay personas que se van pero que en realidad se quedan para siempre.

Como deciros que mi pie derecho no camina solo porque le acompañe mi pie izquierdo, sino porque alguien un día me enseño que si le das la mano a la bondad llegas mucho más lejos (nunca donde ella, ojalá tan lejos como me enseñó) y desde entonces no quiero dejar de andar.

No quiero mirar y no verla, por eso me imagino que el hogar se lleva a cuestas y que ella siempre fue casa, que no hacía falta decirle quédate porque siempre estaba.

Con ella siento que el verbo “volver” solo puede ir acompañado de “ojalá ella”

Desde entonces no creo en el cielo. Creo en mí. Y vivirá mientras yo lo haga.



martes, 7 de octubre de 2014

No a todos la vida nos ha enseñado las mismas cosas. Y menos mal.

Nos enseñan que las cosas del suelo no se recogen, y aun nos sorprende que no quieran estar con nosotros después de que alguien nos deje tirados.

Nos enseñan a tirar todas las cosas rotas y aun nos sorprende que no quieran quedarse cuando estamos hechos pedazos.

Pero no a todos la vida nos ha enseñado las mismas cosas. Y menos mal.

Por eso siempre buscamos a alguien que esté tan roto y en el suelo como nosotros, porque si juntas dos heridas cicatrizan antes, porque si estas en el suelo con alguien seguro que encuentras  la manera de levantarte y crecer. Sobretodo crecer. Porque no sé si lo sabéis, pero algunas personas tenemos el don de que nos crezcan alas en cada herida, esas que nos hicieron cuando estábamos volando.

Se empeñan en decirnos que el tiempo lo cura todo. Y a nosotros se nos secan los labios de decirles que el corazón nos pesa, que si ese tiempo del que hablan se utiliza con alguien que calla, escucha y abraza, claro que cura.

A veces pienso que hay personas que llegan al mundo para enseñar, y ella es una de ellas. Y que mejor día para informaros de que mi vida es mucho más bonita desde que me alumbra como si fuera una Luna, fiel y siempre atenta.

Ojala que cuando soples las velas ates mi destino a tu futuro, ojala las soples y apagues todos tus miedos, es hora de encender deseos.

De Mario Carrion para Raquel Asumendi