Después de aquella resaca protagonizada por ti, de aquel laberinto
que vivimos ambos debajo de la luna, que siempre estaba pendiente de nuestros
pasos.
Después de todo eso, ella sigue siendo la única que sabe que tú te
diste la vuelta al irte, por si yo también lo hacía. Pero lo siento, tenía las
fuerzas ocupadas en no salir corriendo. Siempre me dijeron que es lo que busca
la gente que huye, que el que corra sea el otro. No quería darte el placer de
que te quedases con la sensación de que el que me iba era yo.
La luna también sabe que una vez pudimos dar en vano cariño a
otras personas, pero que ninguna alumbraba como cuando nos mirábamos a oscuras.